El problema en verdad fue pensar que podría cambiar de
cuento y más aún dejar de ser un personaje secundario para ser la protagonista,
a quién le pasaban las cosas que deseaba y más.
Debí quedarme en mi cuento obscuro, en mi cuento frió y frágil,
donde nadie me podía tocar, donde nadie me conocía, donde podía soñar bajo la
luna mil fantasías llenarme de luz y luego volver a la normalidad sin sentir un
gran dolor, porque a la final todas luces que conocían eran las azules y
violetas que salían de mí, no conocía nada más y ahora que lo pienso no
necesitaba hacerlo.
Pero un día mi confortable soledad unida con mi curiosidad
me llevaron a ir más allá, a moverme a creer que lo que leía en otros cuentos
podría ser la realidad y no la mía, maldito principito todo lo hiciste ver
hermoso, luminoso, doloroso pero sobre llevable por todas esas otras cosas que
sentiría.
Ahora estoy aquí, encarcelando a mi rosa, tan solo para yo
ser feliz, sus pétalos brillan, su alma se ilumina y está ahí para mí siempre,
cuando mis luces violetas vuelven a aparecer solo necesito verla para que se
aclaren para que fluyan y no se estanquen. Todo era perfecto, no necesita
llorar bajo la luna inventándome historias, tenía la mía y la guardaba como la
más hermosa de todas. Intente incluirle un dragón pero todo era tan perfecto
que no podía meter nada entonces la contaba tal cual como sucedió. Mis día se
iluminaban, yo creía que este amor era del que hablaba ese príncipe, mi rosa,
aunque no se parecía en nada a una rosa.
Comencé de nuevo a tener mis sueños, mi obscuridad no estaba
convencida de la luz que me traía esto. Tenía miedo, tenía dudas, mi cerebro
maquinaba historias que me hacían llorar en secreto pero al sentir sus brazos,
si “mi rosa” tiene unos hermosos brazos, me calmaba y volvía a sentir calma. Su
olor se convirtió en mi hogar y sin ese olor no me podía sentir en casa. Solo
pensar en sus besos podía hacer cualquier cosa y sentía tenía la fuerza para todo
lo demás, pensé que había encontrado mi propio cuento pero no notaba que “mi
rosa” no disfrutaba de la misma luz, que se sentía agobiada, obligada y sin
opción a vivir este cuento.
Para este ser que alumbraba mis momentos obscuros yo no
lograba alumbrar los suyos, su soledad no era obscura, su claridad estaba en la
libertad de sus actos, en la libertad de verme o no verme, en la libertad que
yo no le daba, porque yo era una rosa que envolvía con raíces y espinas a su
ser. Por un tiempo pensé en su egoísmo, en su narcicismo, siempre se mostraba
como lo mejor en todo y creí que mi apariencia obscura lo avergonzaba, aunque
todas las noches murmuraba en mi oído cuanto me amaba. No me dejaba ver a mi
misma lo egoísta que estaba siendo yo.
En un momento tuvo que estar separado de mí, mis días no
habían estado tan obscuros nunca y fui a verlo mientras el continuaba en sus
actividades, su luz estaba ahí aunque se apagaba un poco mientras más cerca yo
estaba, preferí volver a nuestro hogar, que sin su olor era solo una casa más,
a esperarlo. Pero como no pensar que lo que más luz me da que lo que más amo en
el mundo no siente la misma paz que yo al tenerlo cerca, había cortado las raíces
de mi flor, al querer unirlas con las mías lo que hacía era eliminarlas.
Y ahora tenía que decidir, ¿quién era más egoísta yo o él? Al
final los dos si queríamos ser felices debíamos hacer lo que al otro lo
destruye. Decidí volver a mi cuento, a ser un personaje secundario, a
envolverme en mis luces violetas y azules, a mirar a la luna mientras inventaba
cuentos, pero todo me hacía llorar, había pasado tanto tiempo que ya no sabía cómo
hacerlo, había pasado tanto tiempo que ya no quería hacerlo pero tenía que y
por eso inicie el ritual, donde mataría esa parte de mí que conoció la luz, que
sintió la calma y muchos colores, era un ritual muy fuerte donde debía morir en
el cuento actual para volver al mío pero al recordar su luz no había nada más
que podría hacer para que mi rosa sea feliz.
Aunque aún aquí, en la mitad del ritual sigo esperando sus
brazos y su luz…